En Valledupar, nadie duda de que Ernesto Orozco es un buen administrador. Durante años, administró la caja de compensación familiar COMFACESAR, una de las empresas más reconocidas en Valledupar. Pero también es cierto que bajo ninguna circunstancia administrar una empresa con ingresos fijos procedentes de los parafiscales que los trabajadores y empleadores aportan es igual a administrar una alcaldía donde el presupuesto no alcanza para atender y buscar soluciones a los problemas que enfrenta la ciudad.
Aun así, todos ven en Ernesto cualidades humanas y profesionales que dan cierto matiz de confianza frente a su aspiración. Pero no todo puede ser perfecto, y también podemos ver que él genera unos temores como ningún otro candidato.
En los corrillos políticos de Valledupar, siempre se escucha sobre la campaña del corazón: «Ese bus está lleno», «No hay espacio para nadie», «Ya todo está repartido», «Ya se tiene definido desde el celador hasta el secretario». Esa es la percepción que ha dado Orozco, palabras más y palabras menos. Dime con quién andas y te diré quién eres.
Hay muchos problemas de fondo que logró sopesar la campaña, pero se les olvidó atender la mayor problemática de esta aspiración, que es el castigo que generan sobre Orozco los aliados y todo lo que se mueve tras bambalinas. Los vallenatos no tragan entero y saben quién está detrás de este proyecto político y los intereses que allí se mueven. Muchos hoy están sopesando si vale la pena apoyar o definitivamente hay que buscar otras opciones.
La confianza es vital a la hora de decidir, pero lo que sí está claro es que la confianza por parte del electorado no está al cien por ciento, y eso se siente. La efervescencia que en su primera campaña Orozco tuvo no se ve. Le sigue costando conectar con la gente. Aunque ha querido mostrarse más fresco y más relajado, sigue siendo difícil para Orozco ganarse la confianza de la gente.
