Si hay un senador que se rasga las vestiduras hablando de la lucha anticorrupción, es Ariel Ávila, un personaje que se ha dedicado a atacar a todo aquel que esté en contra de sus intereses, generalizando y tratando a todos de mafiosos y corruptos, mientras él y su socio mentor, León Valencia, se benefician de millonarios contratos en distintas partes de Colombia.

Conocidas son sus andanzas en Magdalena, donde no baja de mafioso a todo aquel que está en contra de sus aliados Carlos Caicedo y Rafael Martínez, ambos señalados por corrupción y enfrentando innumerables procesos. Sorprendentemente, terminaron convirtiéndose en todo lo que antes criticaba. Pero llama la atención cómo Ariel Ávila y su socio León Valencia guardan un silencio complaciente y, paralelamente, contratan millonarios contratos a dedo en este Departamento.

Qué ironía, tal parece ser que ese es su modus operandi: atacar y presionar a través de su fundación Paz y Reconciliación, acusando sin pudor y dañando el buen nombre de quien se atraviese, a menos que este financie y contrate con su fundación. La influencia mediática de estos personajes es aprovechada muy bien para obtener contratos y millonarios negocios en todo el país. Nadie quiere ser expuesto por estos chantajistas profesionales.

En Cundinamarca, esto no ha sido la excepción. Muchos son los casos que llaman la atención y evidencian la manera tan baja como este siniestro personaje hace de las suyas, haciendo gala de la doble moral que lo caracteriza. Sorprende lo vivido en Soacha, luego de pretender obtener millonarios contratos en la administración Juan Carlos Saldarriaga, y al ver la negativa de este a acceder a sus pretensiones, de manera vil y trapera se abalanza contra la candidatura de quien hasta hace poco era su amigo personal Danny Caicedo.

Esta candidatura es respaldada por muchos sectores políticos. Ariel Ávila no hace mucho tiempo se abrazaba y compartía manteles con Danny Caicedo. Pero irónicamente hoy, de manera conveniente, se convierte en objetivo de este sicario moral. Todo según conocimos por una disputa generada por millonarios contratos que Ávila, junto a su socio León Valencia, pretendían manejar en el municipio. Tremendas joyitas resultaron ser este par.

Afortunadamente, hay pruebas que develan el proceder mezquino y ruin de este senador que se cree dueño de la verdad y con la autoridad para acusar y dañar a todo aquel que no se someta a sus caprichos burocráticos. Ya todo el país conoce el jueguito de la fundación Paz y Reconciliación (www.pares.com.co), un arma política disfrazada de entidad sin ánimo de lucro usada por estos siniestros personajes para linchar moralmente a quien sea, todo a cambio de contratos. Aunque nunca hemos visto denuncia de ningún tipo de sus aliados políticos que cargan a cuestas un enorme prontuario y convenientemente miran hacia el otro lado.

Seguiremos vigilando el proceder del extorsionador profesional que tiene en Cundinamarca su fortín burocrático, donde es amo y señor de numerosos contratos en varios municipios del departamento.


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